El verano llega al final con mas pena que gloria, al menos
en cuanto al tiempo se refiere, puesto que en cuanto al resto ha sido tan
movidito como de costumbre. Ya me estoy acostumbrando a ello. La verdad es que
vivir sin caos sería tan aburrido que seguramente terminaría volviéndome loco o
al menos creando un personaje con la psique tan perturbada como para crear una
rebeldía.
Así han trascurrido estos días.
Volviendo a hacer girar la puerta de doble sentido que me ha
acompañado desde hace casi diez años. No mirando atrás ni pensar en un futuro
que con cada movimiento se aleja de cualquier deseo. Intentando mantener un
equilibrio sin red pero sabiendo que me caeré dado que soy un jodido
inconformista, tal vez sea la mala leche de serie, al menos eso quiero pensar
yo las veces que esbozo una sonrisa.
Una mezcla explosiva que apenas me ha dado tiempo a pensar
pero que me ha hecho aprender a negarme a cargar con penas ajenas. Con cargar con
mis propias cruces ya tengo suficiente, a fin de cuentas no son pocos mis
errores como para ser egoísta y coger los de los demás.
Así que la puerta giratoria ha dejado a gente fuera, sin
malos ratos o palabras duras, un leve adiós y el olvido disfrazado de sombra
aunque sea a pocos centímetros. Hay heridas abiertas que parecen que pueden
acabar sangrando de nuevo. No es mi deseo. Pero no se puede vivir solo con
deseos sino esperar lo que ocurra y asumir las consecuencias.
Sin embargo mi exilio a la hora de las brujas de Nunca Jamás
ha tenido cosas buenas, como un chico sin nombre, locuras de gimnasio o hadas
con mala leche. Pequeños fragmentos nacidos de una defectuosa imaginación que
no entiende de descansos vacacionales.
Todo nacido entre la certeza que mi ojito derecho sigue aportándome
la razón, sabiendo cuando realizar preguntas y otorgándome el espacio que
siempre necesito para intentar volar o pegarme al suelo. Ella lo sabe. Ese es
mi equilibrio que me ha permitido aprender a mirar mas lejos del ombligo y
descubrir un mundo nuevo a cientos de kilómetros, un placer con acento catalán,
que esconde una de las mejores personas que he conocido en los últimos tiempos.
Es curioso cuanto se parece a la otra bruja que conozco. Capaz de encontrarme
una sonrisa o un dibujante según las necesidades, detalles que me hacen volver
a creer en la magia.
Así pues tras un fin de semana de rock donde reconocer que
las Zar
agozanas también entienden de Rock o declarar la rebeldía de un baile
ska cuando solo una Madrileña quería que ver a unos punkis ochenteros, he de
decir que he vuelto a disfrutar de un festival.
Tal vez sea porque
los payasos en pareja se entienden mejor.
Aunque se queden sin voz, se coman moscas, acaben botando
por haber encontrado un palo o gritando haber descubierto el verdadero problema
Vasco.
En fin buen verano que terminará con la guida de unas
campanas de bodas…si no nos ahogamos.
0 Comentarios:
Publicar un comentario