He tenido que respirar hondo e intentar no escribir suficientes
barbaridades por párrafo como para que termine siendo un cúmulo de despropósitos.
Pero es que me lo ponen difícil, tanto que si me muerdo la lengua me enveneno,
así que mejor abrir el grifo y que seamos de una vez honestos.
¡Somos GILIPOLLAS!
GI-LI-PO-LLAS.
Esa es la definición que podemos colgarnos de la camisa después de ver
esta obra de títeres de carne y hueso. Los de madera siguen presos aunque, después
de cinco días en el calabozo por una justicia tan caduca, corrupta y sin
ninguna razón, los dos terroristas-etarras-islamistas-comunistas están de nuevo
a la calle. Es lógico. Dado que ellos no eran sino unos mandados de una malvada
monja de cartón, ella y esa jodida bruja que se hacía la sueca entre explosivas
declaraciones están detrás de todo esto.
La malvada bruja del sur.
Sin embargo era la detestable bruja del este la que realmente me dan
ganas de vomitar.
Una bruja repleta de prepotencia, soberbia y que sin duda pensaba que las
Tierras míticas eran un sinónimo de robar a dos manos. Esa que tiraba petardos
entre risas, que se escondía en los balcones cuando la mierda la sepulta o no
duda en declarar su inocencia mientras rueda como la bola del Arca Perdida,
rumbo al Senado. Rodando y rodando. Dejando tras de sí más agujeros en los
ayuntamientos que un queso de apestoso aroma, caduco y facha, de esas que
hablaban como la plebe mientras la vestíamos como una marquesa. Siempre mirando
cara al sol mientras la sombra de su enorme figura crecía y crecía, amparada
por princesas y duques empalmados, dejando a niños comiendo migajas en forma de
escuelas prefabricadas donde la educación, era segundo plato para conseguir
otro bolso de ese tal Button.
Entonces llegó medianoche y el lujo desapareció.
Acorralada y sin amigos pensó que estaba perdida, ella que tanto había
sido, tratada como una delincuente (Que no terrorista que eso solo son las
brujas de cartón) tenía claro que nada podría salvarla. Pero llegó su príncipe gangoso,
analfaburro y subido en su gaviota, portando una armadura dorada repleta de
mentiras en diferido o cadáveres de los derechos que su espada llamada falange
sesgó en sus gestas. El caballero cobarde, armado con su tele de plasma y
usando su poder salvó a la gran bruja del este, un hechizo llamado aforamiento
que la protegía de cualquier ataque del pueblucho que durante tanto tiempo,
ella había robado.
FIN
Este es el cuento de la semana, es estúpido, pero mas estúpido será que
si finalmente hay nuevas elecciones se les voten de nuevo al Barbas y toda la
calaña, eso sí que será una mierda de historia pero sin ficción.
Como premio pongo una canción de otro terrorista de la palabra que tendrá que ir a hablar con un juez.
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