Las crisis de identidad asociadas a la edad suelen
ser una mierda sino eres millonario. Los mortales de jornadas de lunes a
viernes no podemos hacernos arreglillos a base de bisturí o comprarnos un
deportivo rojo, algunos nos conformamos con esto, unas líneas en un blog que
viendo como van las cosas dentro de poco también nos lo quitarán.
Es lo que tiene vivir en una libertad en diferido y
sin ningún tipo de otra expresión que la propia represión. Pero todo viene de lo
que nos hemos con
vertido, meras hormonas andantes de sesiones de sudor y posado
delante de espejos, dejando de lado el valor de la decisión por mala que fuera.
No voy a entrar en la espiral que cualquier tiempo
pasado fue mejor porque sonaría demasiado viejo, caduco y sin ningún tipo de
objetividad, dado que todos pensamos que nuestra generación fue la ostia. Eso
no impida que me pregunte donde quedaron esas noches, no las encuentro, me
cuesta identificar las calles que durante años anduve, cuando ir vestido de
gato pardo no era una obligación sino una razón.
Vivir desacompasado como un japonés en mitad de una
tribu a pies del Kilimanjaro, carente del ritmo y sin conocer la mitad de la
música que te taladra los oídos a través de los altavoces de esas, Txoznas –
tropicales - Reketoneras. Ritmo al compás de la lucha de Alphas con escotes más
prominentes que el de sus novias y esa mirada perdona vidas, que antes hubiera
desembocado en una bronca de bar y lanzamiento olímpico a la ría. La
competición absoluta por ser el más gracioso o el más estúpido, aquel que
llegue más lejos sin importar las consecuencias creyendo que lo han inventado
todo.
La diferencia esencial radica en que antes cuando rozábamos
la estupidez no teníamos un móvil para grabar las pruebas del delito. Lo
divertido es que todos hemos pasado lo legal o rozar la locura, hemos desatado
la pasión en unos baños de bar o cantado encima de un escenario con tanto
alcohol en la sangre, que la vergüenza da paso a un destrozo total de una
melodía.
Tal vez ahora el ibuprofeno sea la mejor amante que
nos podemos agenciar una noche de pasada de frenada, seguramente no logremos
tener tantos seguidores en redes sociales o podamos ver nuestras estupideces
una y otra grabación en bucle, quizás por eso las hace más únicas, simples
recuerdos que contar entre cervezas cuando te reúnes entre sillas de siguiente
generación.
Algunos tenemos esa pequeña alergia a las camisas o
la necesidad de abrazar a Peter Pan como tara divertida, pero nos sobraba la
clase, esa de la calle donde había respeto al pasado de las agujas y veíamos el
futuro sin necesidad de destacar como el que más sino de hacer únicos cada
momento.
Cada uno dirá que su generación es la mejor.
Solo os puedo asegurar que la nuestra fue única.
1 Comentarios:
Amén!
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