Otro circulo a punto de cerrarse o quizás un baile
sonando el último compás, es lo que se puede resumir un año. Este se parece más
bien al tercer acto de una obra de teatro que ha estado fraguándose durante
años entre bambalinas. El actor que todos escondemos en lo más profundo de la
razón, ese que busca el aplauso sin desprenderse de la modestia, al fin está
viendo como todas las piezas terminan por encajar en un viaje que aunque elegido,
a veces realmente ha sido una auténtica putada.
Aquí estamos otra vez, de nuevo ante vosotros, ojos
invisibles algunos, otros conocidos anónimos y por último los íntimos
aventureros que se aventuran en mis abismos. Esa mezcla entre la locura
felicidad y la cordura tristeza, vaivenes emocionales, capaces de hacer
desistir hasta los más osados.
Aun así aquí seguís.
Si fuera creyente de niños concebidos por el arte
divino o reyes de oriente, pensaría que se trata de un milagroso regalo. Pero
creo que sigo siendo lo suficientemente cabrón como para no merecer todo lo que
tengo a mi lado, lo bueno, es que he aprendido a valorarlo con la suficiente
intensidad que se merecen ese tipo de personas. Será que estoy aprendiendo a
aprender de nuevo, en ese viaje de osadía al volver a ponerme a un volante o
tomarse con buena filosofía la monotonía laboral gracias a mi par de escuderas.
Sin embargo me gustaría dedicar esta última entrada a
mi póker de reinas.
La primera es la inamovible atada a mi zurda como si
supiera que nunca dejaría de meter la pata, es extraño, me confieso ateo y sin
embargo creo en el poder de los recuerdos. Esa espiral de conocimiento
adquirido con una mera imagen, un recuerdo, ese instante de saber que aunque no
vuelvas a ver a esa persona, siempre será eterna en algún lugar de tu pecho.
Las otras tres son mis puntos cardinales.
El Norte que me centra entre las locuras pasajeras de
tinta y los acantilados de suicidas emocionales que me arrimo demasiado. Ella
es la primera en filtrar toda las ideas, una domadora de palabras ajenas, que
siempre me regala el tiempo para poder amaestrar un Jacaré en la lejanía de una
selva o una Bella que nació Bestia, en las orilla de un Río que no es Río sino
Ría. Esta es mi primera reverencia porque no quiero dar nada por sentado y
siempre tener presente que cada vez que doy un paso hacia el galimatías de la
creatividad, ella está a mi lado sin pedir nada a cambio.
La segunda es una Bruja del este, sin zapatitos de
tacón rojos, la teniente de mi Nostromos que cuando la nave está a la deriva.
Sin necesidad de mover la nariz para hacer aparecer a un anárquico genio
bajando unas escaleras, parece simple, pero ahí es donde reside la genialidad
de la modestia de alguien que no sabe dar menos que todo y no pedir más que
nada. La catadora del estofado a medio cocinar entre Caperucitas con látigo o
bares imposibles a medio camino entre esa vena bastarda hacia la crítica y la
honestidad de alguien que solo quiere tener una historia que seguir contando.
La tercera aunque también pertenezca al Este terminó
por ser el norte, un centro realmente sorprendente, haciendo que cuando pensé
que no podía ofrecerme más, se sacó un conejo de la chistera. La electricidad de la dulzura emocional, que ha hecho que las cámaras de una anciana realmente te hagan sentir la
crónica de toda una vida o las punzadas de genial perrería de una Irlandesa cuyos
negocios oscuro, terminan hasta resultar divertidos.
Muchos no entenderéis la mitad de estas frases, no os
preocupéis, en el año que entra lo entenderéis.
Por eso quiero dedicarlas a ellas estas últimas
líneas, por no tenerlas a todas aquí y ahora para decirlas cuanto las quiero a
sabiendas que odio esas dos palabras. Pero las quiero como un tahúr querría
tener esa mano en la partida de póker de la vida, si bien no es imbatible, es
una mano que te cagas.
En cuanto al resto daros las gracias por seguir
leyendo estas líneas y prometeros que mientras tenga ojos al otro lado, seguiré
inventando otras historias. Existencias que ya están comenzando a cobrar forma
deformada, entre asesinos locos o policías tatuadas por una infiltración
erótico festiva. Nuevas líneas que harán surgir una historia de amor entre una
Emo suicida y un tipo gris sumamente gafe carente de memoria, que resultará
esconder un mortal secreto.
Aunque eso será en el año que viene, este solo me
queda levantar un buen GinTonic a vuestra salud, colocar un disco del único
Doctor que hago caso y desearos que todos hagáis lo que os venga en gana y si
no es muy legal al menos que no os pilles.
Pero sobre todo vivir el uno de Enero como si fuera el
Treinta y uno de Diciembre.
El 2 con la misma intensidad.
El 3 con la misma intensidad.
Y así sucesivamente.
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