7/04/2014

CUALQUIER CORAZÓN PUEDE CANSARSE DEL MIEDO

Nunca me he considerado un ser emocional, ni de palabras bonitas o sentir la flor de piel por cosas mundanas, no soy de lágrima fácil al ver la televisión e incluso hay gente que me considera más frio que un tempano de hielo ante mis reacciones.
Seguro que tienen todos razón pero quiero pensar que intento usar mi lado sensitivo para las cosas realmente importantes, aquellas reales de piel y hueso, las historias reales que superan con creces a los dramas ganadores del premio Oscar.
Somos bombardeados por el veneno del consumismo y rebajas para seguir comprando sin miramiento, nada de pensar con libertad o ver sin las lentes distorsionadas que los medios de comunicación nos intentan hacer ver la realidad. Noticias nacidas del subjetivismo, esa total pleitesía a los partidos políticos, los títeres que pagamos todos y no tienen el menor reparo en mentirnos a la cara. Pero  ellos no son más que los guiñoles de trajes caros bailando al son de la élite, no importa que sea la supuesta izquierda, la derecha o el centro, el mismo mensaje con distintos rostros.
Somos los de abajo quienes sufrimos la miseria,  quienes nos ahogan con impuestos que lejos de repercutir en nuestro cada vez más marchito estado de bienestar, se dedican a salvar a aquellos que manejan el dinero y crean nuestras necesidades. Nos matan levemente endulzando la agonía con el miedo o las promesas que estamos al final de un túnel, que nunca fue tal sino otra brillante idea de controlar de nuevo al poblacho.
Estábamos empezando a perder la docilidad, nuestros hijos comenzaron a estudiar con calidad, nuestros ancianos a tener una jubilación digna y todos teníamos oportunidad de contar con profesionales sanitarios ante la enfermedad, demasiado bueno, comenzábamos a ser indomables.
Así que aprovechando que vivimos en un sistema económico con fecha de caducidad pusieron en marcha el retroceso, empezando por saturar un mercado inmobiliario cual pavo el día de navidad, con pisos a precio de mansiones y con espacio habitable de una chabola. Sueldos altos para gente sin preparación, dejando la escuela para subirse a la utopía del ladrillo a sabiendas que el dinero comenzaría a engordar sus cuentas corrientes, euros rápidos en manos inexpertas, la combinación que buscaban para que las empresas saturasen el mercado con la necesidad.
El último móvil.
La casa de tus sueños.
El coche de alta gama.
Todo a cómodos plazos y todo sabiendo que si en algún momento el sistema caída ellos nunca perderían, el pueblo los reflotaría y además tendrían miles de esclavos a su servicio.
Un juego cruel porque aunque para ellos seamos solo números, la realidad es que todos somos personas, humanos sin polos Lacoste o Chalet de tres plantas pero con un corazón latiendo en el pecho igual que ellos.
No igual.
Infinitivamente mejor.
Porque la diferencia está en esa humanidad, en ver como una madre lucha con uñas y dientes por su hijo o como las calles se llenas de gente para pelear porque no se robe lo que tantos años tardó en conseguirse. Es hora que seamos consecuentes. Tiempo que aunque a alguno de nosotros nos vaya aún medianamente valoremos las necesidades reales que tenemos y cuales fueron creadas para atarnos, no necesitamos un IPHONE 5 para sobrevivir pero si a un médico. Un coche de cien caballos y multitud de extras no nos enseñará la riqueza de la cultura pero un profesor si lo hará, dejemos de ser irracionales y comencemos a usar la razón, el sentido que nos hizo convertirnos en seres evolucionados.

Creamos lo que nuestros ojos ven y no lo que nos quieren hacer creer, valoremos los gestos y no las promesas, nada de mañana habrá cambios, eso debe de dejarnos de valer desde hoy mismo porque si hoy no comenzamos una revolución real, no tendremos un mañana.

Ellos seguirán intentando que tengamos miedo.
Intentarán que sigamos ciegos.
Intentarán que sigamos mudos.
Intentarán que todo el mundo se quede sordo.
En nuestras manos darles la lección que frente a ellos no hay ovejas ni lacayos.
Porque uno puede ser fragil.
Dos un principio.
Tres el inicio de algo que les molesta.
A cuatro se les puede calumniar con el apelativo de terroristas. 
Pero a partir ce cinco se empieza una revolución.

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