El abandono sufrido por este pequeño espacio personal se había convertido en tan habitual que corría el peligro de perderse en el olvido.
Hubiera muerto de inanición y yo ni siquiera le hubiera dado un mendrugo de pan duro en forma de insípidas frases. Lo admito. Cometería el pecado de terminar con todo esto sin un adiós o ningún pañuelo blanco al aire. Carente de remordimientos o sin esperar al selecto público que lee estas líneas pidieran un bis para darme un baño de vanidad.
No va conmigo.
Hace mucho que las ostias del día a día forjaron mi forma de ser lejos de las luces de ningún escenario. Perdiendo sueños y convirtiendo en una realidad voluble e impregnada de gasolina, que no sabes si te va a reventar en los morros o va a montar una hoguera digna de San Juan. Fogatas de brujas, aquelarres y bailes paganos pidiendo por un verano que este año parece haber hecho huelga o ha sido despedido por la lluvia. Tiempos revueltos para momentos caóticos, una mezcla tan poco saludable, como esa leyenda urbana de mezclar Coca-cola, Baileys y veinte tequilas sin limón.
Así es como estamos, revueltos, sintiendo que la falta de energía solar nos deprime y nos sume en pequeñas crisis existenciales. Nos hace sentirnos culpables, odiarnos, despreciar sentir que los muros de insensibilidad que levantamos para evitar el dolor se desmoronan. Perdidos. Buscando un camino que lejos de convertirse en un paseo por la playa se convierte en una escalada por una pared vertical. Carente de salidas, viendo como el mundo sigue su curso y lo único diferente en tu vida es el reflejo del espejo. Algo mas viejo que ayer pero menos que mañana, con sus bostezos mañaneros y su mala ostia al despertar como seña de identidad.
Sin embargo siempre termino por esbozar una sonrisa.
Contento ante la felicidad ajena de un amigo por haber encontrado a alguien especial en este mar de peces locos o saber que aún quedan alguna loca que sigue al pie del abismo con tus locuras cuando juntas a brujas con los deshaucios, decidiendo que los cuentos infantiles hace tiempo que dejaron de reflejar cualquier amago de realidad.
Feliz por una visita que podía terminar siendo una guerra y terminó siendo un tratado de paz del silencio. Protagonista de una historia tan absurda en el papel como real en la capital, sin necesidad de elocuentes discursos bañados en frases hechas y sabiendo que siempre tendrá un escondite en el Norte cuando termine de sacarle el dedo a la rutina.
Así pues esta madrugada he vuelto a escribir otro de mis desvarío repleto de buenos lamentos.
Sin forzarlo, suavemente y evitando sentir esa sensación de necesidad de meterte los dedos en la garganta para vomitar algo insípido y vacio.
De momento aquí estoy.
Asomándome de nuevo al abismo.
1 Comentarios:
Espero que sigas asomándote a ese abismo tuyo, que conozco poco, pero me crea una curiosidad agradable
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