4/15/2013

SOBREVIVIR A LA VIDA

Cuando todo el mundo habla del futuro como visión para ver el fin de la mierda, nos hace perder la perspectiva, el norte que nos suele aportar el tesoro de los pequeños momentos.
La falta de aire nos hace escapar hacia delante sin mirar atrás o a los lados, siempre hacia delante y olvidar los momentos, buenos o malos, con tal de encontrar nuestro perfecto equilibrio.
El secreto es que nunca existe dicha meta.
Tal vez ahora sea mas duro dada la vergüenza que nos hacen ver el resultado de una sociedad corrompida por el poder absoluto de la mentira de la política o el mundo rancio de manos largas e inexistente arrepentimiento.
Es cierto que el asco ante el silencio de los asesinos de traje que no les tiemble el pulso al echar a familias de sus casas o el miedo que dan la impunidad de aquellos que deberían proteger a los ciudadanos y sin embargo los asesinan a base de pelotas tan ilegales como la muerte que llevan consigo.
Ciudadanos que son disfrazados con nombres como terroristas, tan hipócritas como sus promesas para conseguir el poder o las asquerosas palabras con las que llenan de mierda sus bocas, al usar el nacismo para intentar desviar la atención sobre la pleitesía que siempre han mostrado al poder.
Ciertamente son cosas como estas las que terminan por deprimirte.
Es entonces cuando nos refugiamos en los pequeños momentos, esos instantes que no son grandes hazañas o momentos épicos. Pequeños instantes pateando la ciudad que uno de los mejores cantautores, ese del sur con voz quebrada acompañando su vida de vino y rosas, le dedicó una canción. Observar el arte ajeno y disfrutar de confesiones propias. Vivir al margen de los problemas diarios, mintiéndonos piadosamente, sintiendo que durante unas horas todo parece no tener importancia. Compartir una canción especial a cambio de un bar preferido en una ciudad ajena.
Detalles.
Pequeños detalles que forman el gran puzzle que nos hacen sonreír los días de tormenta.

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4/09/2013

OUR GÜEYS

Hay personas que no conocen la palabra normalidad en su estatus de vida, me agrada ser de ese tipo de personas.
 Es cierto que a veces el caos nos hace resoplar y añoramos la triste monotonía cuando todo se pone patas arriba. Aunque no vamos a engañarnos. Adoramos estos momentos sin control y cinturón de seguridad, llamadas desde aeropuertos o transformación de cuatro paredes en una nueva temporada del Hostal Royal Manzanares. Mestizaje de emociones encontradas para convertir segundos anodinos en momentos únicos en los que agarrarnos los días de lluvia. Somos los frutos de nuestros recuerdos o al menos, eso queremos pensar cuando las cosas no nos salen como esperamos. Es decir casi siempre. Esa es la realidad a la que nos vemos sometidos por elegir caminar un camino sin señales de velocidad o flechas reflectantes para prever las curvas peligrosas. Aunque así somos lo suficientemente felices como para nutrirnos de nuestras propias experiencias. Momentos que la gente piensa que son únicos por los lugares donde nos llevan nuestros pies y que nosotros hace tiempo que los convertimos en recuerdos. Simples recuerdos. Sin darles tanta importancia al paisaje como la riqueza emocional del momento que se crea desde la modestia del deseo por aprender algo nuevo.

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SOLAMENTE UNA PIEZA...