Definir a todos aquellos que sirven de parapeto ante la
pandemia que nos ha revuelto la vida, un ser microscópico que nos ha golpeado
con la fuerza de un gigante, explotando la burbuja de falsa seguridad en la que
estábamos sumergidos.
El héroe como figura romántica es aquel que ante un
hecho aleatorio se enfrenta a la adversidad para proteger al mas débil. ¿Es
esto lo que están haciendo los que se encuentran en primera línea de fuego ante
el virus? Por supuesto. Pero el problema es que esto no ha sido ningún hecho
aislado, no hablo de mierdas de conspiraciones, me refiero a que nos hemos
podrido como raza y aquí vienen las consecuencias.
Gastamos millones en conquistar el mundo y resulta
que nunca fue nuestro y nunca lo será, es cierto que lo podemos destrozar como
un mal inquilino, pero cuando la tierra se canse, nos echará a la basura como el
peor de los caseros. Estos días se nos han caído las caretas, más bien nos las
han quitado de una soberana ostia y en vez de pararnos a reflexionar e intentar
sacar algo positivo de todo esto, seguimos sumidos en el enfermizo juego de
echar las culpas al otro o ver fantasmas ajenos y esconder los propios en los
armarios de la falta de memoria.
No, no son héroes.
Los médicos, limpiadoras, enfermeras, cajeras de
supermercados, repartidores, cuidadoras, transportistas y tantos que se exponen
a diario son PROFESIONALES. Gente que tienen nombres y apellidos, familia como
la tuya o la mía y que, a pesar de ello, se juegan la salud e incluso la vida
para intentar pelearse contra un enemigo invisible para intentar salvar, aunque
sea una vida. Porque se hablan de los muertos y nos emborrachamos con las
cifras, números que se nos olvidan casi al instante para volver a llenar
nuestra boca de odio e intentar atacar al prójimo a pesar de estar desangrándonos.
Los aplaudimos a diario como muestra de respeto, es lo mínimo que se les debe,
lo máximo sería que cuando esto acabase se le diera un abrazo a cada uno de
ellos, porque repito se juegan la vida.
Lo más preciado que tenemos y nosotros nos hemos
dedicado a mandarlos a vencer virus a cañonazos. Y reitero lo de nosotros. Me
da igual a quien se votase o dejarse de votar, los políticos se retractan estos
días ellos mismos y los que eran miserables antes, no me sorprende que lo sigan
siendo ahora. Ese tema es simplemente algo que no tiene sentido cuando es la
propia salud de las personas, me da igual los colores, banderas o cualquier
otro símbolo porque, a fin de cuentas, las enfermedades virales si algo tienen
es que son democráticas.
A ellas se la suda a quien votes.
Esos profesionales son los que se han llevado el
golpe y por supuesto que tienen miedo, están reventados y a pesar de ello
siguen al pie del cañón. Los políticos ya han demostrado como intentan correr,
la iglesia desaparecida y todo aquel que realmente venden humo han sido los
primeros en tirarse del barco como ratas. Así que no perdamos el tiempo en
valorar esas actitudes sino en seguir haciendo caso a lo que nos dicen,
entiendo que en este país existan 47 millones de cuñados de sofá que harían las
cosas mucho mejor que ellos, pero por una vez tan solo tienen que hacer lo que
mejor saben hacer, rascarse la barriga y gritar a la televisión desde sus sofás.
Es sencillo, una orden básica y sin ninguna
dificultad.
Por eso hay que seguir aplaudiendo a esos
PROFESIONALES a diario, asegurarles ese abrazo y sobre todo no olvidar cuando
esto acabe. Recordar que si ellos caen estamos jodidos, recordar que cuando
pidan medios y plantillas acordes, no se está tirando el dinero sino levantando
escudos para lo que venga, recordar que sobran balas, que 900 euros de salario mínimo sigue siendo una miseria y falta médicos con
material sanitario y que, bajo ningún concepto, esa línea se debe traspasar por
mucho que se diga que lo público es un despilfarro.
Aplaudamos, abracemos y no olvidemos porque no, no
son héroes sino personas de carne y hueso envueltas en la capa de nuestra última
esperanza.
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