Las cosas surgen como uno menos se lo espera, a su
ritmo, sin poder acelerarlo o retrasarlo a voluntad. Es la verdad detrás de las
sombras y luces de princesas o príncipes montando radiantes corceles de blanca
pureza, mentiras de celuloide capitalista, donde el foco se pone en el “Happy
end” y no en el proceso que viene antes, durante y después que la pantalla se
funda en negro.
Lo dice alguien experto en ese tipo de batallas.
Peleando a la contra como escribía Bukowski, haciendo
mía esa lucha contra la felicidad embotellada, con cada intento por buscar algo
en cada cama, mirada o sonrisa dibujada en labios diferentes pero tan sumamente
iguales que al final se decide dejar de buscar nada.
Cuando no buscas nada sueles encontrarlo todo.
En sitios tan extraños como en Santo Tomás, la
normalidad convertida en genuino entre llaves extraviadas y maceteros que
parecían cobrar vida. Nueve meses. Una pequeña gestación donde la calma siempre
ha sido la mejor de las compañías, esa perfección por no mirar a una meta
futura sino caminar a cada paso, cada estupidez, cada risa absurda como
rebeldía a un mundo que bastante jodido anda entre la muerte y la avaricia.
Esa virtud altruista que siempre tienes de dar un poco
más de todo, a veces demasiado, ha conseguido que todo me parezca un poco más
humano y muchísimo menos aburrido. Lo suficiente como para aprender a disfrutar
sin buscar siempre la perfección, con mis defectos y los tuyos, haciendo único
cada metedura de pata o pequeño traspiés, en forma de broma de lo absurdamente
genuino. Ese humor como buena base para todo lo demás, la atracción de cada
noche y el placer de despertar con un beso, toda una mezcla de razón irracional
y ganas de simplemente disfrutar el instante. Ese es tu secreto. Ofrecerme todo
lo que siempre busque sin pedir nada a cambio, embarcándote en mis locuras y
dejándome ser cómplice de las tuyas, sin barreras, mezclando lo profesional con
lo personal sin ningún tipo de barrera pero tampoco perdiendo la objetividad.
Es compartir ese hambre por conocer lo desconocido, lo que acojona hasta el
infinito, no te equivoques, se trata de un temblor de piernas agradable, diría
que incluso aunque suene absurdo, seguro. La necesidad de intentar sorprenderte
en cada instante para que no y nos
termine asesinando la monotonía y nunca cansarme de darte las gracias por haber
estado ahí en el momento preciso.
Zorionak preciosa!