Pues tras diez días de pérdida transitoria del sentido del tiempo
y un poco de esparcimiento personal, toca volver a enseñar el pasaporte para regresar
a la rutina. Estas líneas aún son británicas, al menos durante las siguientes
horas, luego simplemente formarán parte de una de las decenas de entradas que
forman este espacio personal.
Si tengo que resumir esto en un adjetivo sería bueno.
Me gusta ver que la variedad cultural está a salvo en países como Holanda
o Gran Bretaña, no digo que sean modelos perfectos ni mucho menos, pero al
menos mantienen la esencia de lo que debería ser un ser humano y la intrínseca
necesidad de expandirse y conocer nuevos horizontes.
Lo digo desde el conocimiento que da la causa, puesto en contra
del 99 por ciento que visita Ámsterdam, ni he entrado a un Coffee Shop y el
barrio rojo me ha parecido de lejos lo más feo de una ciudad que esconde cosas
realmente increíbles. Cada museo, esquina o las decenas de clases de institutos
o colegios que los visitan a diario realmente me ha hecho sentir envidia, esa
variedad cultural, a veces empobrecida por ese triste resumen que se tiende a
hacer de una ciudad, Ámsterdam es mucho más que putas en escaparates y
pastelitos de marihuana, es un lugar acogedor donde puedes encontrar casi
cualquier tipo de arte desde el genio Van Gogh hasta fotografía de lo más
transgresora.
Ver que dos de los mayores museos sean gratuitos a la par de
geniales me hace pensar que los del sur estamos haciendo algo realmente mal,
puede que la gente no valore eso, aunque con el paso del tiempo luego nos
arrepentiremos que lo único gratuito que nos quede sea ver los programas de
cotilleo de la televisión privada.
Lo demás me lo quedo para mí.
Buena compañía y dos lugares a los que desearé volver algún día,
suficiente para considerar sin lugar a dudas, un buen viaje.
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