Hoy hay otro silencio en la música y viendo que en
este lado cada vez quedan menos, está claro que el otro lado el festival cada
vez tiene mejor cartel. Pero no voy a hablar sobre su música porque dado que mi
pasión siempre ha estado más atada a la imagen, me quedaré con esa película
donde el malo tenía mucho más atractivo que cualquiera de los protagonistas.
Los que nacimos en los ochenta y tuvimos la suerte de
conocer el cine sin ese demonio en forma de ordenador, sabremos que la
nostalgia nos envuelve, porque esas películas estaban hechas con tipo de mano.
El trabajo de artesanos como Jim Henson quien fue capaz de inventar a una rana
reportera, una cerda vanidosa o Místicos y Skekses. Criaturas nacidas de trozos
de tela que la magia del celuloide insufló de vida, deleitando a toda una
generación, hasta convertirlas en clásicos para un niño ochentero como el que
escribe.
Dentro del laberinto preside esa estantería.
Es una de esas películas que me gustan ver cada
cierto tiempo, no por su belleza o su elaborado guion, ni siquiera podría decir
que es buena. Simplemente creo que es perfecta, mágica, una mezcla exacta entre
esa adaptación de la obra de Carroll pasada por un toque tétrico pero
manteniendo esa belleza y humanidad, que otros directores como Del Toro o
Burton han sabido explotar a la perfección.
Ese viaje de la heroína que emprende por un mundo
loco, acompañada de Ludo o Sir Didymus a lomos de su perro, es simplemente un
deleite visual y de obligado visionado para todo aquel niño que no quiera
crecer de manera demasiado acelerada. Pero incluso con eso la película hubiera
pasado desapercibida de no ser por el villano, el rey de los goblins y sus
secuaces, con ese look ochentero o esa manera de tentar a la protagonista.
Bowie siempre será para mi ese rey.
Es mi recuerdo, más allá de sus canciones, siempre el
villano que siempre quise ser y que deseaba en cierta manera que la
protagonista perdiera. El niño no parecía estar tan mal con aquellos bichos
nacidos de la mente de un genio y gobernados por ese ser de ojos bicolores
capaz de reinventarse a sí mismo una y otra vez.
Lo dicho.
El festival en este lado de la puerta hoy a perdido a
otro cabeza de cartel, lo bueno, que algunos ya les podrán verles cantar juntos.