Un buen resumen de los
tiempos que nos ha tocado vivir o mas bien, sufrir a la intemperie. Pero hoy no
me apetece hablar de sobres y corrupción. No quiero criticar sistemas arcaicos
o parlamentos podridos de poder sin ningún valor mas lejos del dinero.
Hoy llueve y hace frío no
es novedad.
Todo sigue igual que
ayer, sin cambios, sumidos en una rutina que terminará por convertirse en una
mera anécdota como ver a los pobres niños de África morirse de hambre a la hora
de comer. Un instante de conciencia culpable entre el segundo plato y el
postre, nada duradero, una mera punzada al corazón que olvidaremos cuando
empiece la novela, tomemos el primer cubata el sábado o comience nuestra serie
preferida.
Mi miedo reside en esos
momentos.
La falta de futuro crea
asesinatos en masa, muertes de sueños por la subsistencia de la persona.
Ahogamos nuestras pasiones cuando los estómagos rugen, perdiendo fuerza,
sintiendo como toda la ilusión termina sepultada bajo montones de normalidad. Cuidarte
de no destacar o ser diferente por miedo a la crítica. No se trata de nada
constructivo, solo el analfabetismo emocional al que nos hemos visto sometidos.
Escribir es sinónimo de locura, disfrutar de una película sin explosiones no es
sino una rareza y que decir de la música, no escuchar los éxitos del momento no
es sino un signo de flaqueza.
Ser un ser con vergüenza
es una tara difícil de sortear entre los músculos y sonrisas Profident. La
noche está creada para la caza. Nada de charlas sobre viajes o mundos
paralelos, todo debe ser visceral, sin mayor sentimiento que el orgasmo momentáneo
de la fría mirada de dos cuerpos desconocidos. No hay necesidad de llegar a
nada. Tan solo convertir en rutina una cosa que debería empezar con la lentitud
que todas las cosas deben comenzar, aprendiendo, disfrutando y dejándote sorprender
por los trucos de magia que te pueden aportar unas palabras o los silencios.
Evolución destructiva
hacia la muerte emocional en pos de convertirnos en meras cifras. Contabilizar
la vida con la racionalidad de las matemáticas y no con la locura de las
miradas. Sumando para hacernos importantes. Los polvos que echamos. Las vidas
que tanteamos. El dolor que causamos como defensa voluntaria hacia el
sufrimiento propio.
Asumiendo golpe a golpe.
Desprecio a desprecio.
Silencio tras silencio.
Llenando el vaso del aguante
hasta que rebosa desparramándose hasta dibujar la idea de levantar la bandera
blanca y rendirte. Vivir la rutina. Matar tus deseos o las utopías que durante
años crecieron debajo del pecho para convertirte en otro número. El pasado te
jalea a ello. Recordándote la mierda tragada y si realmente valió la pena, si
te sientes realmente satisfecho con todas esas decisiones.
Miras por la ventana,
llueve, día gris y sin muchas ganas de siquiera expulsar unas palabras. Pero
las ganas nunca fueron la motivación. Es otra cosa, una que toda esa gente
nunca logrará entender y es la manera de sortear a la soledad.
Ilusión.
Eso es lo que mantiene
vivo las vísceras y el aire por no claudicar. Un motor que quien dejó
arrastrarse por la corriente es muy difícil que puedan volver a poner en marcha.
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