1/28/2014

LOCO POR EVITAR LA CORDURA

Tiempos revueltos para ser alguien con un nombre propio donde, la marea de la muerte neuronal, es casi tan asidua a nuestras retinas como ver morir de hambre a través nuestros televisores.  Nada debe ser diferente a lo estipulado, viviendo engañados, en pensar que la vida se mide en cuantas cosas podemos coger con las manos.
Así terminamos siendo náufragos emocionales.
Mecidos tras el deseo de un lado a otro en busca de ese imposible de escena romántica de película americana. Anhelando lo que el otro desea, sabedores que todo tiene un precio en una época donde el consumismo se ha convertido en la   deidad.
Un beso.                                                                                                 
Una caricia.
Un segundo de tiempo ajeno.
Nos vamos enrocando sobre nosotros mismos sumergidos en las pantallas portátiles repletas de iconos de caras sonrientes, frías y emocionalmente tan inertes, que terminan por invadir incluso los momentos más privados de la intimidad. Esa necesidad de prostituir los momentos termina por odiar al ser humano, odiarme a mi mismo y temer por convertirme en uno de esos seres vulgares.
Intento escapar de ello pero la rutina me atrapa e intenta destruir mis ideas locas, atraerme a la supuesta cordura escondida tras un trabajo, casa y mujer de te quieros en el sofá, bronca de Martes y polvo de misionero de Sábado.
No quiero pero temo terminar en ese camino.
Por eso aprovecho estos momentos que aún me siento un poco rebelde.
Los segundos que aún pueda escapar de este sistema.

   

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1/20/2014

EMPEZANDO DE CERO

Veinte días para escribir la primera entrada del año pero es que viendo el panorama solo me saldría otras líneas repletas de veneno. No me apetece empezar el catorce con mala baba. Así que volveremos a darle un poco de humor e intentar explicar que leches pasa por mi cabeza cada vez que decido hacer algo nuevo. 
Comenzaremos por una metáfora, esa que una buena amiga del pasado usó para definir mi caótico carácter, algo como que era un barquito fiel al viento como una veleta que se aleja de cualquier isla. Es básico. Pero tan acertado como que no me gusta estar en un estado de calma chica, en ninguno de los aspectos vitales, a sabiendas que la osadía a veces se camufla tras una profunda inaptitud.
Como prueba este espacio cual jaula de grillos. Hace años empezó
como una especie de oda a un amor eterno y cuando la eternidad tuvo fecha de caducidad, terminó por convertirse en una especie de torbellino. 
Girando cual peonza sin saber si estaba bocarriba o bocabajo, subiendo a los cielos y bajando a los infiernos por mero divertimento emocional. 
Creando destrucciones personales en forma de canalizaciones de personajes imposibles, malversando la realidad para hacerla tuya y no respetar ni las leyendas de una mitología autóctona o los cuentos universales. En el fondo todo se limita a mala leche.
 Usar el humor para no poner el grito en el cielo y necesitar un par de pastillas de Prozac para poder sonreír de manera química…como me gustaría ser adicto a Gran Hermano y haber rozado la estupidez de la juventud de sudor y discoteca. No haber aprendido a leer o pensar que el único deseo humano es follarse a una choni en un baño sucio y grabarlo en mi Smartphone de ultimísima generación.
Como odio ser complicado. 
No saber decir te quiero porque son dos palabras que pesan demasiado o no poder callarme cuando algo me sienta como una patada en los huevos, dios maldiga el tener sentido común de considerarme un estúpido. Analfabeto que sabe aprender de toda aquella que tiene algo que enseñarme y termina por arrastrarme hacia nuevas historias para saturar mi tiempo libre. Benditos esas personas y benditas sus cabezas por enseñarme que siempre habrá cosas nuevas en las que aprovechar estos pequeños fragmentos de soledad.

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SOLAMENTE UNA PIEZA...